sábado, 25 de diciembre de 2010

lunes, 11 de octubre de 2010


Tan simple como un Algodón de Azucar.

sábado, 19 de junio de 2010

OTREBLA

Mi amor, estás siendo como el agua turbia,
tan fácil es que te escapes de mis manos,
y tan difícil está siendo verte, verte de verdad.
Todo se marea y cae, sube y enrabia, en menos de un segundo.

Paso día día de la incoherencia a la mentira.
De una aparente paz a caos en mis ojos,
de risitas revueltas, con suplicas interiores,
a un deseo incumplible de tus brazos.

He muerto las noches, y vegetado los dias.
Siete letras del abecedario, ninguna repetida,
son traicioneras en mi mente, porque la única combinación que surge
es tu tan recordado nombre.

Ámame,
Laten
Besos
Encantados.
Rápido,
Tómame
Olvidado...

viernes, 18 de junio de 2010


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.


Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.
mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm
Julio Cortazar. Rayuela (fragmento).

martes, 15 de junio de 2010

The Doors - People are Strange

Morrison me hipnotiza, me droga, me destruye, me ahoga, me enloquece, me hipnotiza...

martes, 8 de junio de 2010

Cambio de Nombre

Me imagino que significó el fin.
Venía esto de hace tiempo.
Ya no podía escucharla, ni mirarla, ni respirarla.
Ocacionalmente la miro con lástima, otras con rabía,
pero de ningún modo de nostalgia.

Supe ayer que fue el final.
Cuando en la lista de contactos de mi telefono celular...cambie su nombre de
"Ale", por el de "Alejandra.

domingo, 9 de mayo de 2010

La Mujer y Esa


Despertó como siempre: súbitamente, pasando del sueño a la vigilia y a la angustia de las horas en espera de que la rutina cotidiana fuera iniciándose en la gran casa. No cambió de postura: de costado, con un brazo sirviéndole de almohada y el otro a lo largo hasta apoyar la mano en el muslo poderoso. ¡Qué congoja el insomnio! Ese quedarse quieta repitiendo con obstinación: "Uno más uno, dos. Dos más uno, tres". Hasta alcanzar enormes cifras. Porque alguien le dijo que era sistema para provocar el sueño. O ese beber esperanzado el vaso de leche caliente. O ese recurrir a las drogas. O ese deslizarse por las habitaciones silenciosas, entre la sombra, la penumbra y los mínimos ruidos inexplicables, creadores de miedos ancestrales. Todo ello impulsada por el deseo de dormir, pesadamente, mineralmente, sin sobresaltos, sin pesadillas. Como dormía "ésa".

Se incorporó para mirarla.

Los almohadones la mantenían semirrecostada, con la cabeza en escorzo, apoyada la mejilla en la funda color rosa y, en la tenue claridad de una minúscula ampolleta, tenue ella misma. Durmiendo plácida. Como si los años no hubieran transcurrido, como si la enfermedad no le hubiera trizado el corazón. Perdurables su fineza y su encanto.

Un ramalazo de ira la irguió, echó atrás el embozo, giró con pesadez el cuerpo graso y quedó sentada al borde de la cama, buscando sin mirarlas, con los propios pies, las babuchas siempre perdidas. Metía entretanto los brazos en las mangas de una bata, con los mismos movimientos pesados, pero al propio tiempo enérgicos. Con algo que parecía gesto de amenaza a invisibles enemigos.

Fue hasta el balcón y bruscamente levantó las persianas y abrió una puerta. La luz era azulenca y una orla rosa opalescente anunciaba que el sol subía tras la cordillera. Cantó un gallo y el obstinado ladrido de un perro se hizo insoportable. Olía a humedad, a insistente humedad de tierra vegetal, de fronda, de huerto, de rocío multiplicado en cada pétalo. Olía a campo.
La casa continuaba en silencio.

Sin preocupaciones, la mujer levantó ruidosamente otra persiana.

Se acercó a "ésa". Ahora, a mayor luz, en el rostro enflaquecido, la piel ámbar claro mostraba el fino trazo de las arrugas. Las cejas apenas se dibujaban grises, de igual tono plateado que el pelo corto y crespo. Pero las pestañas eran obscuras y sombreaban las mejillas hundidas, y en la boca de pura línea descolorida, las comisuras sonreían tiernamente. Toda ella menuda entre el rosa de camisa, sábanas y cobertores.

La miró con rencor. Como siempre: ya fuera despierta o dormida, en la enfermedad o en la salud, aparecía serena y seductora.

¿Y ella?... Sin dormir. Su sueño se había perdido. Lo había perdido ella misma al correr del tiempo. Porque alguna vez durmió como dormía "ésa", sueño color de rosa entre rosadas cobijas. Sueño de los quince, de los dieciocho años... ¿Cómo perdió ella el sueño?

¿Y si en vez de quedarse ahí, de pie, mirando a "ésa", intentara dormir? A veces, a esta hora, luego de beber la leche que le dejan en un termos, se adormila, logra adormilarse arrellanada en un sillón.

Cierra con la misma brusquedad las persianas. Corre las cortinas, las dobles cortinas: de tul y de antigua labrada felpa. Es una nueva incierta noche. Bebe. Busca el sillón. Apoya la cabeza en el respaldo muelle, propicio al reposo. Aprieta los párpados. Cuenta: "Uno más uno, dos". Hay que hacerlo con cierto ritmo. Insistió mucho en ese detalle su amiga recién llegada de Oriente al darle la receta. Además, debe pensar en algo obscuro. Como la cortina de un altar en Semana Santa. "Cinco más uno, seis..."

Un impulso irrefrenable la deja de pie junto a la cama de la dormida, remeciéndola a la par que grita:

--Despierta... Despierta...
--Qué... ¡Ay! Qué... ¿Está temblando? --dice con su pequeña voz musical.
--No, no tiembla... Pero es hora que despiertes, ¿entiendes? ¿Hasta cuándo vas a dormir?...
--¿No tiembla? ¡Qué bueno! Pero ¿por qué me has despertado? Tengo tanto sueño. Déjame dormir. Tengo tanto sueño... Tanto... --continúa quejosa.
La alza con sus poderosas forzudas manos. La sienta, acomoda los almohadones.
--No, no..., quiero dormir... Tengo sueño... es tan temprano --protesta.
--No es temprano... Ya es de día...
--No, es de noche. Está todo obscuro.
--Es necesario que despiertes... --y agrega perentoria--: Tengo que hablar contigo... Tenemos que hablar...
--No quiero... ¿Vas a empezar con tus cosas? No quiero hablar, quiero dormir.
--Vamos a conversar... --Toma un tono ligero--. Es tan lindo hablar, hacer recuerdos...
--Déjame --plañe--, lo único que quiero es dormir.
--Para no pensar --ahora su tono es sarcástico--. Ha sido tu manea de deshacerte de tu mala conciencia.
--No tengo conciencia, ni mala ni buena...
--Eso ya lo sé. Lo he sabido, lo hemos sabido todos... Pero es necesario que hablemos..., que me cuentes... --Del sarcasmo ha pasado en sus últimas frases a un tono que pretende ser convincente...
--No quiero contar nada... Quiero dormir... Déjame en paz. --Cierra los ojos y en la boca cambia la insinuación de la sonrisa por una insinuación de lloro.
--Sí, el cuento es no molestarte, no echar a perder la placidez de tus horas... Las preocupaciones, las dudas, las angustias, los sufrimientos: eso para los demás... Para mí, que soy el burro de carga... --ha vuelto a la violencia y las palabras adquieren una pesadez de piedras.
--Es que todo eso te gusta --musita.
--No me gusta... Pero tengo que soportarlo. Tengo, he tenido que soportarlo por culpa tuya..., tuya... --sigue de pie junto a la cama, imponente en su volumen por el que circulan rachas de eléctrica ira.
--La vida es así... --contesta como hablando para sí misma--. Da un poco, quita otro poco...
--Quita... Quita cuando hay alguien capaz de quitar. De robar... Cuando hay alguien como tú... ¡Asquerosa!
--Tengo sueño... --insiste--. Quiero dormir...
--No vas a dormir ni a hacerte la dormida ni la enferma... No tienes nada... Tienes que has hallado una manera de seguir viviendo cómoda y de que todo gire en torno tuyo... ¡Asquerosa!...
En las comisuras de los labios reaparece la habitual expresión. Y no responde.
--¡Ay! Yo te haré hablar... Al fin vas a hablar... --cambia el tono por otro neutro--. No sé cuándo te acostaste con él por primera vez. Antes de que nos casáramos o después... No importa... Pero si fue antes, como animales, en cualquier sitio, nada sacaste, porque se casó conmigo, ¿entiendes? Conmigo, que era la novia de su niñez, cuando se juega a ser novios, la novia que él eligió y que siguió siendo su novia, la mujer que sería para su hogar, para madre de sus hijos. ¿Te acostaste con él antes? Dilo... Dilo... Confiesa de una vez...
--Si tú crees que me acosté con él, ¿qué importancia tiene que fuera antes o después? --contesta sin abrir los ojos, sosegadamente.
--Entonces, ¿te acostaste? Fuiste su querida...
--¡Qué feas palabras!... No debes emplearlas, tú, tan fina, educada en las monjas... Que las emplee yo, pase. Pero tú... Acostarse..., querida...
--Si te acostaste antes... --se interrumpe y vuelve al tono violento--: Hablo como me da la gana... Hablo... Y no eres tú nadie para venir a darme lecciones... La perla... --parece reflexionar--. Si te acostaste antes, tiene que haber sido en el campo, por ahí en el propio suelo, como las bestias, en el pasto, emboscados... Dilo... Confiesa...
--El pasto suele ser apretado y suave. Huele bien: a tierra, a humedad, a pequeños perfumes desconocidos. Y la sombra de los árboles es un hermoso toldo, máxime cuando cantan los pájaros al atardecer o en la noche hay misteriosos rumores que no se sabe de dónde vienen --sigue sosegada, con los ojos cerrados y ahora sí que abiertamente sonríe.
--Entonces, ¿fue así? --pregunta con una suerte de pasmo.
--Estoy recordando algo que leí hace tiempo...
La mujer reacciona entre dolida y colérica.
--Me vas a matar... me vas a matar... ¿Cómo no voy a pasar desesperada, dándole vueltas a todo esto de día y de noche? ¿Por qué no hablas de una vez, por qué no dices de una vez por todas la verdad entera?
--Estoy hablando. Y eso que tengo sueño. ¿No quieres dejarme dormir? Me gustaría tanto. Tú eres muy buena y muy dije... Ernesto lo decía siempre. ¿Por qué no me dejas dormir?
--¿Así es que te hacía confidencias? ¿Te hablaba de mí? Eso no es cierto. No iba a contarte cosas mías a ti, que eras su querida. Porque eras su querida, ¿no es cierto?
Hay un silencio.
--No te hagas la dormida. Contesta. ¿Cuándo te acostaste con él?
--Ya te he dicho que "querida" y "acostarse" son palabras feas. No es correcto usarlas. Alguien dijo alguna vez delante de mí: "Dulce amiga". Hablaba también de "identificación feliz". Son aciertos del lenguaje. ¿No te parece? ¿Por qué no los adoptas?
--¿Te lo decía él? --pregunta desorientada, porque en especial el segundo juego de palabras no tiene sentido para ella.
--Lo decía alguien no sé dónde. O tal vez lo leí...
--Claro. Conozco de más lo que te gusta apabullarme con tu sabiduría. Cuando no quieres decir una cosa, dices que se te olvidó. O te quedas callada. O tienes sueño. O te sientes mal. Y otras veces, cuando no quieres decir quién te dijo algo, resulta que no te lo dijo nadie, que no sabes quién te lo dijo o que es algo que has leído. Tan leída que eres... Claro: con la vida entera para no hacer nada... No como una: con marido, con casa, con un hijo... Vaga... ¿Y con qué plata te pagabas todo eso, con qué plata? ¿Con la tuya? De dónde ibas a sacarla, aunque hicieras todas esas cosas en el teatro. ¿De dónde? De mi bolsillo, estoy segura de ello; del bolsillo de Ernesto. Ladrona, quitándome el pan de la boca...
--No debes quejarte... Has tenido el pan y la mantequilla. Mucha mantequilla... Así estás de gorda...
--Pero ¿de dónde sacabas la plata para vivir como has vivido, como una reina, con departamento, con vestidos, con fiestas, con auto, con viajes? ¿De dónde? De Ernesto. Plata mía... ¡Ladrona!
--Hombres necios... --murmura--. Perdón: es algo que en una época me gustó mucho recitar... Y lo hacía mejor que Berta, te lo aseguro. Es de Sor Juana Inés de la Cruz, la mexicana, ¿sabes? ¿Quieres que te lo diga entero?
--Quiero que no me vuelvas loca. Que me digas la verdad. ¿No ves que no puedo vivir en esta duda, que mis días son un martirio y mis noches un infierno? Por favor: ¿no quieres decirme alguna vez la verdad? Te sería tan fácil. Mira: en cuanto me digas la verdad, te lo prometo, nunca más te pregunto nada. Hagamos un trato: me dices la verdad y punto. Ni una palabra más. Te lo juro. Por el eterno descanso de mi inolvidable hijo, que se murió tan jovencito.
--¿La verdad? ¿Pero es que alguien sabe la verdad de algo? ¿La suya para comenzar? ¿Qué verdad quieres que te diga, si yo no he podido nunca saber cuál es mi propia verdad?
--No me enredes con palabras. Yo soy una mujer sencilla. Mi verdad es como yo: sencilla. Viví adorando a Ernesto, para él, por él, y el día que murió y encontré en su billetera un retrato tuyo, empecé a sospechar que entre ustedes había existido algo. ¿Por qué tenía en su billetera, en un compartimiento secreto, un retrato tuyo? Una vieja billetera que él llevaba siempre sobre su corazón, una billetera que cuidaba siempre que quedara bajo su almohada, cerca de su cabeza. Yo lo embromé alguna vez: "Ni que creyera que le voy a sacar plata". Me besaba riendo y decía: "Es que aquí tengo mi varillita de la virtud". ¿Por qué tenía ese retrato? ¿Por qué?
--De nuevo me has contado esa historia, obligándome una vez más a escucharla con paciencia y a decirte que los retratos de los artistas los tiene cualquiera...
--En casa había, hay retratos tuyos... Pero ése era otro, distinto a todos, una instantánea, apenas del tamaño de una estampilla. Tomada por él, acaso, y tú mirándolo con una expresión divina...
--Gracias por el cumplido...
--Es que es la verdad. Es como si por dentro tuvieras una luz...
--Las artistas deben dominar todas las expresiones.
--¿Y lo de la varillita de la virtud? ¿Cómo lo explicas, tú que para todo tienes salida?
--Yo no explico nada. Convendrás en que la vida está llena de cabos sueltos... Pero sí, pensándolo mejor... A cualquier cosa podemos atribuirle poderes mágicos. Yo tuve de chica un caracol al que achacaba todo lo bueno que me acontecía. ¿Tú nunca tuviste un talismán?
--Nunca perdí mi tiempo en tonterías --asegura desdeñosa, y continúa obcecada--: ¿Así es que no te dijo que eras su varillita de virtud?
--Escucha esto, que es muy curioso. Alguien me dijo una vez...
La mujer interrumpe cortante:
--Alguien cuyo nombre no recuerdas...
--Por cierto... He conocido tal cúmulo de gente.... Pero escucha. Me dijeron que si a cualquier objeto le adjudicábamos insistentemente un poder, ese objeto terminaba por ser poderoso. --Se interrumpe y pregunta--: ¿Y por qué Ernesto iba a darle a un retrato mío ese poder? Entiendo que en su billetera había muchas cosas... Cualquiera de ellas podía ser su varillita de la virtud.
--No sigas embarullándolo todo... La verdad es que lo único inesperado que allí había era tu retrato. ¿No dirás que no era motivo para despertar sospechas? Empecé a vigilarte, a mirarte, a averiguar cosas tuyas, de tu vida. Habías pasado tan lejos de mí. ¿Qué sabía de tu persona? Era lo mismo que si estuvieras en otro planeta. Empecé a hilar cosas, a buscarles sentido a otras, a preguntar, a juntar este detalle con este otro. Cuando supe que ustedes se veían fuera de mi presencia, mis dudas aumentaron. Quise cerciorarme, entonces, de que esas dudas tenían una base sólida. No me era posible vivir como un detective.
--Por favor; ¿hasta cuándo vas a ser majadera? ... Erraste tu destino. Debías haber sido eso: detective. Con estudios, se entiende. Así habrías aprendido a agotar y a abandonar una pista.
--Cuando supe que estabas enferma y pobre... --continúa impertérrita, y la mira con sostenida fijeza--. No deja de ser curioso que te enfermaras justo cuando murió Ernesto y que también entonces se te terminara la plata...
--Los artistas somos así: cuando no podemos trabajar por enfermos, nos espera el hospital. ¿No lo sabías?
--Entonces me dije: ésta es la mía. La voy a buscar, la traigo a casa y lo averiguo todo.
--Y aquí estoy. Mejor dicho: aquí me tienes, según tus palabras, como una reina. Pero pagando bien caro este pensionado.
--¿Y qué más pretendes? Te cuido yo misma, te doy de todo, hasta duermo a tu lado por si algo necesitas en la noche. Te cuido lo mismo que cuidé a Ernesto. Puedes estar segura...
--Espero que no lo atormentarías con preguntas.
--Ya sabes que tu retrato lo encontré después que murió... Pero sí le hacía preguntas: "¿Me quieres, me has querido siempre, te has arrepentido alguna vez de haberte casado conmigo?" Y él contestaba lo que siempre me contestó: "Te adoro, soy inmensamente dichoso, nunca me arrepentiré de haberte hecho mi mujer". Sí. Le hacía muchas preguntas. Esas maravillosas preguntas que se hacen los casados felices.
--Y los no casados... --musita.
--¿Te las hizo alguna vez, se las hiciste tú?... --interroga premiosa.
--No creerás que me he pasado los años sin que un hombre me dijera: "Eres mi alegría..., pequeña almohada para mi reposo..., dulzura...,"
--¿Te lo decía Ernesto?... --está frenética--. ¡Mentirosa! ¡Mentirosa!... Lo que pretendes es que me vuelva loca de veras, porque ya no puedo más... Ya no duermo..., ya no doy para más...
--Pero comes... --apunta suavemente.
--Porque así me tranquilizo... Es igual que tener en el estómago algo que se está moviendo y cuando una come se sosiega... Pero eres una mentirosa... Eres una canalla mentirosa... "Pequeña almohada". ¿Te cuento lo que me decía siempre cuando llegaba tarde? Ya que tú no quieres contar nada, te contaré yo, te contaré lo que me decía. --Cambia la voz tratando de imitar al marido--: "Señora, ¿me presta su hombro para dormir?" --Recupera su obscura voz agresiva--. Eso me decía, y, aunque yo tuviera el hombro acalambrado, pasaba la noche en vela, incómoda, pero feliz al verlo como una criatura en el abandono del sueño. Mío, mío.
La boca de la enferma se entreabre como para decir algo. Pero se cierra con un brusco avance de la mandíbula inferior, que coloca el labio como un cerrojo sobre el otro labio.
La mujer presiente que algo se ha roto, que un choque emocional ha dejado a "ésa" sin defensa. Insiste frenética:
--¿Vas a hablar? ¿Alguna vez dejarás de hacer teatro? Vas a decir la verdad. ¡Al fin! Vas a decirme si te acostaste con él antes de que se casara conmigo. O después. ¿Cuándo? ¿Cómo empezó eso? ¿Cómo pudieron hacer para que nadie se diera cuenta del asunto?... ¡Habla! ¡Perra!
Una mano aparece, traslúcida, y se posa sobre la boca, aherrojando más aún lo que no quiere decir. La mujer continúa:
--Y si fue antes y no se casó contigo, fue porque era mi novio. ¿Entiendes? Y nos casamos, se casó conmigo, con su novia que él adoraba. Y no contigo, que andabas a sus vueltas... Haciendo memoria, me he dado cuenta de cómo lo rondabas... Perra caliente...
La mano baja, la boca se entreabre de nuevo, pero no emite un sonido. Está blanca, ceñida entera por un intolerable sufrimiento.
La mujer se detiene bruscamente, mirándola inquieta, pero recupera su furia y prosigue:
--...y fuimos inmensamente felices. Y me tuvo noche a noche en sus brazos, y fui suya, suya, y tuvimos un hijo que desgraciadamente murió, y no tuvimos más hijos, pero él estuvo siempre a mi lado, para hacerme dichosa en una vida tranquila, sin preocupaciones, sin celos... Sin celos... Nada..., nunca... Hasta que murió... Y hallé el retrato... Asquerosa... Tal vez venía de tus brazos cuando llegaba a casa, cansado, deshecho... ¿Qué hacía contigo? ¿Cómo te amaba? Tal vez su cansancio se lo dabas tú, vaga, que andabas suelta por el mundo y con cuántos vicios. Llegaba cansado, a bañarse, a tomar un vaso de leche y a pedirme el hombro para dormir... Pero no tan cansado que no me abrazara, besándome tanto, que a veces me daba miedo morirme antes de que no supiéramos nada, sino que nos íbamos como para otro mundo, como si nos llevaran volando. Cada vez más alto, más hechos un solo sacudón de felicidad...
La está mirando fascinada. La cara de "ésa" es cada vez más pálida, hasta tomar un tono gris; la mano como una araña corre y encuentra por sobre la sabana el sitio en que duele el corazón, en que una saeta lleva el dolor hasta el paroxismo.
--¿Qué pasa? --Aguarda la respuesta que no llega--. ¿Qué te pasa? --insiste. Se inclina. La toca. Y súbitamente empavorecida grita--: No..., no te mueras..., no..., tienes que decirme... --Pero de más allá de la suspicacia, de los celos, del odio, del horror, aparece en su boca venida de la lejana infancia, una voz que repite plañidera--: Hermana... Hermana...
aaaaaaaaaaaaaaaaaa
Marta Brunet

miércoles, 28 de abril de 2010

Sociedad de Consumo

Caminamos de la mano
entre las filas de cereales y detergentes.
aa
Avanzamos de estante en estante
hasta llegar a los tarros de conserva.
aaaa
Examinamos el nuevo producto
anunciado por la televisión.
aaa
Y de pronto nos miramos a los ojos
y nos suminos uno en el otro
aa
y nos consumimos.
aaaaaaaaaaa
Óscar Hahn.

martes, 30 de marzo de 2010

Cloro Perejil

La llamada había sido desvatadora. Menos mal que tenía planes, menos mal que podría salir. De todas formas me arrastré por la cama. Me retorcía y gemía. Lloraba como una loca, como si me hubieran matado de pronto ...lento, muy lento. Pero me levanté, lave mi cara y puse llaves a la puerta. Seguía ahí, saben que seguía ahí.
A pesar de la tormenta interior, a fuera reinaba el calor. Sería un día de enero en pleno marzo. El taxi tuvo que tomar el camino largo y aproveché de recordar viejos paisajes.
Paradero. Poca locomoción colectiva. Más allá la calle está cerrada. Por fín despues de años se les da un entierro justo a los campesinos de Lonquén, víctimas del asesino general.
Ninguna micro, pero pasa un colectivo. Lo tomo. Me sorprendo por la amabilidad del chofer. Por lo general siempre pareciera que una mosca los anda rondando. El viaje se me hace corto, pero nostalgico. Pienso en él, sin quererlo, sin esperarlo, pienso en él. Hasta me río de mi misma al encontrarme pateticamente cantando una vieja canción de Chayanne, de esas cauticamente cursi.
Paramos, casi llegando a mi destino. A uno de mis destinos. A mi costado, un montón de mujeres trabajadoras, de esas temporeras. Una de ellas se despide de las demás y se sienta a mi lado. Siento un olor. Analizo. Relaciono. Entiendo. La mujer, a mi parecer, olía a cloro y a perejil. Les parecera extraño pero ese no es un olor desagradable para mi. En un solo segundo pensé que me volvía niña y que mi nana estaba al lado. Tenía el cloro impregnado por los constantes aseos de la casa, y el perejil por las horas de cocina. Era más que una nana, era parte de mi familia, era una amiga, casi una mamá. Y aunque la señora que estaba a mi lado no fuera ella, tuve unos deseos inmensos de abrazarla con fuerza, de apoyarme en su hombro y largarme a llorar.

domingo, 28 de marzo de 2010


-Lerner, ¿qué tal?

-Ah, eres tú.

-Sí. ¿Algún problema?

-No.

-Mejor. Oye, ¿me perdí algo importante? ¿Alguna interrogación?

-Te vas a meter en problemas, Vicuña.

-¿Por qué? ¿Qué pasó?

-Nada, no te perdiste nada; pero no entiendo tu parada.

-Oye, si no es la primera vez que hago la cimarra.

-Si no se trata de eso, huevón.

-¿De qué, entonces?

-Digamos que no te cacho...No entiendo tu parada.

- ¿A qué te refieres con parada?

-A nada...Da lo mismo, no es problema mío... En realidad, no te perdiste de nada... Hubo super pocas clases; lo del plebiscito tiene a todo el mundo en otra.

-No cambies de tema. Asume. ¿Qué quieres decir?

-Si nunca tanto, Vicuña. No te pases películas. No es una huevada que me quite el sueño. Puedes hacer lo que quieras, no es asunto mío. Lo único que te digo: le estás hinchando las huevas a todo el mundo. Estás cayendo mal. Yo no sé lo que te pasa. Estás entrando en decadencia.

-No soy el único.

- La Luisa tiene razón: contigo ya no se puede hablar. Has perdido totalmente tu capacidad de goce, de pasarlo bien. Lateas.

-¿Tú qué haces hablando con la Luisa? ¿ Y por qué esa huevona se mete en lo que no le importa? Si hay algo que me apesta son los chismes. Se nota que esta tropa de conchas de su madre no tiene vida propia con la cual entretenerse. Yo por lo menos tengo problemas, lo que es algo. Este país está seriamente enfermo, huevón. Me carga.

-El que está enferno eres tú.

-Si lo estoy, es problema mío. No te metas.

-No, si ya nadie se va a meter. Que eso te quede claro. Tu actitud deja harto que desear. Con razón el Nacho no te pesca. Y esas fugas, ¿qué onda? No sé para qué te viraste de lo del Rusty. Fuiste el comentario de la noche, compadre. Si hasta al Chino le caíste mal. Lo mismo ocurrió donde la Barros. La propia Antonia, me lo contó la Luisa, fue la que empezo a lanzarte mierda.

- Y tú estás de acuerdo. Me queda todo claro.

-No se trata de eso, Vicuña. Te has metido en una onda muy mala; deberías cortar el hueveo antes que el hueveo te corte a ti.

-Sabes qué más, Lerner, no te metas en lo que no te importa ni entiendes y ándate lo más tranquilo posible a la mierda.

-Problema tuyo, entonces.

Exacto: problema mío.




Mala Onda, Alberto Fuguet.

viernes, 19 de marzo de 2010

Censura

Detesto tu censura. Me hace sentir sucia, manchada, olvidada.
Pierdo el podio para irme directo a las mazmorras.
Me amordazas y soy una entrometida; me ocultas y soy una perseguida.
Te diria que es no es amor oh babe, sweet babe, sin embargo tu tienes muchas definiciones,
te acomodas a cada situación, siempre ganas my love.
Y me tienes nuevamente aquí con una ira que no me la saca nadie,
ni siquiera la idea de "supuestamente" tener un gran día mañana.
Me arrancas de ti. Me mientes, y me mientes y me vuelves a mentir.
Me tienes moviendo los dedos sin razón aparente, mirando este mundo conocido,
escuchando pero no escuchando, entre cuatro paredes con la puerta cerrada.

domingo, 14 de marzo de 2010

Abre la Ventana

María, abre la ventana
y deja que el sol alumbre
por todos los rincones
de tu casa.

María, mira hacia fuera
nuestra vida no ha sido hecha
para rodearla de sombras
y tristezas.

María, ya ves
no basta nacer, crecer, amar,
para encontrar la felicidad.

Pasó lo más cruel,
ahora tus ojos se llenan de luz
y tus manos de miel,
tus manos de miel,
tus manos de miel,María.

María, ya ves
no basta nacer, crecer, amar,
para encontrar la felicidad.

Pasó lo más cruel,
ahora tus ojos se llenan de luz
y tus manos de miel,
tus manos de miel,
tus manos de miel, María.

Tu risa brota como la mañana,
brota en el jardín, María.
Tu risa brota como la mañana,
brota en el jardín, María.


Victor Jara.

sábado, 16 de enero de 2010

Sueltas

Dejame una vez más correr a tus praderas,
o deslizarme sin remdio por tus manos.
Dejame vivir como ya lo he hecho antes,
abrazada a las promesas que me daban futuro.

No dejes mi alma en el camino,
y sonrie como lo hacias en nuestros rios.
No me dejes tan facil en los dominios,
de aquel tan misero olvido.

Sepas tu que me he dedicado a amarte,
que te quiero amanecer, te quiero tarde.
Sepas que me hundo en tus labios,
que me embellece tu piel,
que me destruye el engaño